18 septiembre 2010

Anecdotron: El reloj de cuerda

Desde muy pequeña he sido muy de destripar chismes, siempre he sentido curiosidad por ver como funcionan las cosas y la mejor manera de saberlo es viendo las "tripas", desarmando y volviendo a armar. Mis padres nunca frenaron esta curiosidad, siempre les hizo gracia que me interesara por estas cosas, supongo que influyó mucho que la mayoría de las veces le chisme desarmado volviera a funcionar correctamente una vez vuelto a montar, sino otro gallo habría cantado.
Sigo siendo así, no lo puedo evitar, no hay chisme que llegue a mis manos y que permanezca intacto mucho tiempo, dame un bolígrafo y en dos minutos lo estaré desmontando, no lo hago conscientemente, las manos se me van solas.
Mi familia en general es bastante manazas, así que yo era la tuerta en el país de los ciegos, os transcribo un ejemplo de una conversación que podría haberse dado perfectamente en mi casa:

Cariño, no funciona la plancha
¿La ha mirado Eva?
No
Pues que la mire y si no la arregla ya compramos otra

Hasta aquí nada raro, pero si tenemos en cuenta que Eva igual tenia siete u ocho años, la cosa cambia.
La teoría era, ¿ya esta roto no? pues si lo arregla bien, y sino pues mira, ya estaba roto.
No siempre conseguía arreglarlo todo y claro, alguna vez además de sobrar alguna que otra pieza el chisme quedaba inutilizado del todo. Normalmente hacía mis investigaciones en secreto, cuando no estaban mis padres en casa o cuando estaban entretenidos, mis herramientas eran muy básicas, una lima de uñas metálica de mi madre que tenía la punta perfecta para encajar en casi cualquier tornillo.
Lo que te quiero contar es la  historia de un reloj de cuerda que había en el comedor de mi casa, era un reloj despertador con unos añitos ya, yo estaba convencida de que era un reloj que nadie miraba, que estaba allí por hacer bonito, pero que nadie lo echaría en falta.
Los relojes de cuerda son fascinantes, tienen un mecanismo preciso formado por ruedas que encajan unas con otra y un espiral (un muelle) que es lo que hace que funcione el reloj. Como nunca había visto un reloj por dentro decidí que ese era el espécimen adecuado para hacer investigaciones.
Así que aprovechando un momento en el que nadie me veía me hice con el reloj y comencé a desmontarlo, esto es algo bastante sencillo, simplemente has de ir quitando tornillos y sacando piezas, luego el montaje es tan sencillo como recordar donde estaba cada cosa, ponerla en su sitio y volver a atornillar.
Pero lo que yo no sabia es que el muelle que da vida al reloj va sujeto con un tornillo, y que si aflojas el tornillo el muelle "salta" se deshace y es prácticamente imposible conseguir volver a ponerlo en su sitio. Ahora lo sé.
Supongo que a estas alturas ya habrás caído en que el muelle saltó y no había manera de volver a dejarlo como estaba. Como la cosa no pintaba bien, decidí meter todas la piezas en la caja del reloj, atornillé la tapa y lo dejé en su sitio con la esperanza de que nadie se percatara de mi fechoría.
Ilusa de mi, resulta que el reloj si que era utilizado y mi madre viendo que no funcionaba me preguntó si había tocado algo, yo negué rotundamente haberme acercado al reloj así que decidió llevarlo al relojero, he de contarte que por entonces yo era demasiado pequeña y aún no me había ganado la confianza de mis padres como "arreglalotodo" pero ellos ya eran conscientes de mi instinto "desmontador" así que ante cualquier cosa que dejaba de funcionar lo primero que pensaban era que yo había metido mano, desencaminados no iban, no.
Así que allí que se fue mi madre con el reloj al relojero, vecino de toda la vida, y así fue como el relojero nada más abrir la tapa de descubrió a mi madre porque el reloj no funcionaba, salieron todas las piezas y quedaron desparramadas en la mesa.
No recuerdo si el reloj volvió a funcionar o no, pero si recuerdo la soberana bronca que me cayó encima, no por haberme cargado el reloj, sino por la vergüenza que pasó mi madre delante del relojero por no confesar.